Hacia la democratización de la cultura

Por: Andrés Felipe Giraldo Cerón


Antes que nada deseo pedir excusas en nombre del alma de Walter Benjamin, uno de los filósofos más importantes del siglo pasado. Debido a una mediocre lectura por parte mía, lo acusé de elitista y de muchas otras cosas de forma injusta, además de tomar una postura atrevida ante tan gran teórico.

Habiendo saldado al menos parcialmente mis deudas con Benjamin, procedo a escribir sobre su obra. Es interesante ver cómo el ensayo propuesto por este filósofo se puede adaptar perfectamente a las condiciones actuales que proponen las nuevas tecnologías.

El autor alemán, proponía que toda obra de arte posee un aura, una característica que define como “manifestación irrepetible de una lejanía”.

Aunque esta aura es inherente a las obras originales, su mantenimiento y perduración en el tiempo, no son buenas a los ojos de este teórico. La razón, es que se puede prestar para divinizarla, para ensalzarla a un punto en el cual se vuelve inaccesible para el público.

Benjamin sostiene que la técnica, involucrada en el mundo artístico, propone nuevas dinámicas en este ámbito, Una de las más importantes es la reproductividad de obras originales. Esto conduce a que de cierta forma, la obra original pierda su valor y su aura. Lo positivo del análisis este autor, radica en que considera como una buena señal esta pérdida progresiva del aura de las obras, en la medida en que democratiza el acceso al arte, derriba elitismos artísticos e impide de cierta forma la alabanza a ciertas obras de arte. Para Benjamin, esto colabora a eliminar lo tradicional, entendiéndolo como algo fijo y regresivo, en pro de la innovación, la experimentación y la creación.

Dentro de mi ignorancia (tengo que reconocerlo), explicaba en una versión anterior cómo Benjamin se oponía a las nuevas formas artísticas como el cine y la fotografía. En realidad pasaba todo lo contrario, y mi argumentación solo se podía explicar por la falta de sueño y de lectura reposada.

Para este filósofo, el cine y la fotografía hacen parte de unas artes que se han venido dando gracias al desarrollo de ciertos adelantes técnicos. Al contrario de lo que yo había comentado, explica cómo estas artes abren el camino para romper el vínculo entre el aura y la obra, convirtiéndose en obras para todos, obras democráticas.

Una de las ideas que más se pueden realizar de este ensayo radica en que se identifica a la reproductividad técnica como una forma de modificar la relación entre la “masa” y el arte, y posibilitando un cambio drástico en esta última, que se muestra más progresista y democrática, fulminando los elitismos artísticos. Y he ahí uno de mis más grandes errores: coloqué a Benjamin al otro lado de la orilla, cuando él precisamente defendía unas nuevas formas artísticas.

Ahora, lo planteado anteriormente. Para el momento que estamos viviendo actualmente, podemos aplicar lo planteado en este trabajo. La aparición de nuevas técnicas en conjunto con valores culturales y sociales, proponen nuevas formas de expresión. Como ocurrió en el pasado, una élite, en este caso económica, se opone en buena medida al desarrollo artístico novedoso, como por ejemplo el construido desde la red.

Una de las razones que más se argumentan en contra d estas prácticas artísticas, radica en intereses económicos de derechos de autor, réditos financieros y mantenimiento de un poder económico. En este caso, tal vez convenga seguir los consejos de Benjamin, y buscar la forma de separar el aura del objeto, democratizar el arte como se ha venido dando en la red, redes sociales, web, y lograr que la reutilización de contenidos, la reproducción, la construcción colaborativa, no se queden en papeles nada más. 

3 comentarios:

benedett! dijo...

Está bien tu planteamiento... cuidado con pedir "escusas" con "s", ahí se debe estar revolcando en la tumba no don Benjamin, sino don Cervantes Saavedra.

Equipo Cebolla dijo...

La pena que siente el cebolllero que escribió esa nota no tiene nombre.

Equipo Cebolla dijo...

Asunto arreglado y eXcusas para Don Cervantes y para Don Montoya.

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