Inteligencia colectiva e individuo


Por Andrés Felipe Giraldo Cerón 


A medida que el ser humano ha evolucionado socialmente y dentro de la civilización, han venido apareciendo nuevos espacios. Lévy plantea la formación de 4 espacios fundamentales: la tierra, el territorio, el espacio de las mercancías y el espacio del saber.

El primero es el lugar de la común realidad, inherente a la existencia. El segundo, tiene que ver con los lugares conquistados por el ser humano. Es tierra denominada y donada por el hombre (Estado, identidad, adscripción territorial).

El tercer espacio se remite al lugar ya no solamente colonizado, sino al mundo aprovechado, transformado para extraerle réditos, explotando sus materias primas para transformarlas y hacer del primer espacio, del territorio un lugar mejor para vivir.

El cuarto, es espacio del saber. Este es coextensivo a la vida, y es el espacio de la producción de los saberes, la forma de ser y estar en el mundo.

Cada espacio representa de alguna u otra forma una etapa del desarrollo del ser humano como individuo social. La primera imagen genera recordación en torno a los primeros seres humanos que simplemente sabían que había un lugar en el cual había una realidad compartida.

El segundo espacio, se puede ejemplificar con las primeras formas de Estados primitivos, donde se toma consciencia sobre el territorio. Es tierra nombrada y apropiada.

El tercer espacio, alegoriza a las primeras formas de mercantilismo, que derivaron mucho tiempo después, en el desarrollo de modelos económicos como el capitalismo. Aquí la tierra ya es territorio, pero el territorio es aprovechado para extraer productos y comercializar, es la revolución industrial.

En el cuarto, la cuestión es más difícil. Se vuelve a una era del prosumidor (consume y produce), típica de la segunda ola, la del territorio, donde la gente cultivaba para comer. Con estos nuevos desarrollos, se conforma un espacio de producción de saberes, original y en pleno desarrollo de esta nueva tendencia, la de los cibermedios. 

Y es que es en estos espacios desde donde se desarrollan las olas. La primera ola, caracterizada por una producción para el autoabastecimiento, creó prosumidores.  Otro quiebre se puede encontrar en la entrada del mundo a la revolución industrial. Aquí, la figura del prosumidor se convierte en un estorbo, y sirve construir consumidores natos.

El autoabastecimiento, la autorregulación, auto cuidado, y demás palabras con el prefijo auto, son constantes que se comienzan a generalizar en el mundo actual mediado por la innovación técnica. ¿Volveremos al modelo del prosumidor? Lévy da indicios que el se inclinaría por un si.

Para el autor, uno de los mejores ejemplos es la actividad web, en la cual se opina, se genera condiciones de producción de contenidos, pero al mismo tiempo se consume información, se consume videos, se consume… de todo.

Lo único que cabría revaluar es si realmente todos podemos llegar a producir, y todos a consumir, o si la tercera ola tiene que repensarse porque en realidad son unos pocos los que logran posicionarse dentro de un puesto productivo. Habría que hacer un estudio de medios digitales, para evaluar qué tan productores somos, y si en realidad el internet le sirve a la mayoría de la población que tiene acceso a la red solo para tres páginas: correo, google y youtube.

En general, se podría esperar que sean unos pocos los que pueden llegar a generar, y la mayoría a consumir. Otro elemento a tener en cuenta, es que son pocos los que tienen real acceso a internet. ¿En qué medida una afirmación como entramos a la tercera ola puede ser categórica teniendo en cuenta el bajo porcentaje de población que puede acceder a internet, y además, producir?
Tal vez sea mejor dejar la pregunta abierta, porque al momento, es difícil responde

Postdata: No creo que esté escribiendo muy bine que digamos. Llevo varios día sin dormir bien y ya perdí mi capacidad de redactar fluidamente. Pido disculpas por posibles incoherencias en mi trabajo.

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